De todos es sabido la gran importancia para la imagen de un establecimiento que tiene el estado de los textiles que utiliza (sábanas, toallas, manteles….). En artículos anteriores hemos acompañado a la ropa en su recorrido por el establecimiento para identificar todas aquellas circunstancias que pueden influir en el resultado del lavado. En esta ocasión, queremos señalar algunos aspectos que muchas veces pasan desapercibidos y llegan a asumirse como inevitables, pero que influyen notablemente en el resultado del lavado, de tal manera que mientras no los cambiemos, el resultado no mejorará por más que modifiquemos el programa de lavado.

 

Son aspectos que están en los procedimientos del establecimiento, en los hábitos, en la instalación y en la propia maquinaria. Quizá el primero y más importante de estos aspectos es la propia superficie a limpiar, la ropa. La calidad del textil es determinante para los resultados. Ha de ser un textil apto para el uso que se le va a dar y que permita ser lavado de forma adecuada.

 

Unido al anterior está el concepto de vida útil del textil. Es el momento en que la sabana, toalla o mantel pierde gran parte de sus características y pasa a ser una pieza gris, áspera, sin cuerpo, que se mancha con facilidad y se limpia con dificultad. Pensamos que la dotación del establecimiento es eterna, pero no es así, en función del número de lavados, la frecuencia de lavado, la calidad inicial de la pieza, el uso dado y, por supuesto, el tipo de lavado, cada pieza tendrá una duración mayor o menor en la que conserva sus características originales y, cuando llegue al final de su vida útil, ha de ser reemplazada por otra.

 

Otro aspecto de vital importancia es la calidad del agua empleada. Siempre que nos referimos a este punto solo pensamos en la dureza, que ya conocemos y sabemos cómo manejarla, pero el agua, como gran disolvente que es, puede llevar otros elementos que interfieren en los resultados. Por ejemplo hierro, tanto disuelto como en suspensión procedente de la corrosión de tuberías viejas. También la alcalinidad intrínseca del agua (TA o TAC) ha de ser contemplada a la hora de ajustar el acabado de la ropa. La presencia de otros metales, como manganeso o zinc, pueden dar lugar a manchas amarillas según el tipo de lavado que se realice.

 

La instalación juega un papel muy importante en todo el proceso. La falta de presión de agua, tuberías de entrada a la máquina con menor sección a la adecuada, circuitos de vapor o de agua caliente ineficaces, tienen como consecuencia tiempos de llenado, vaciado y calentamiento, demasiado largos, que afectan a la productividad de la lavandería, a la duración de las prendas y a los resultados. La solución inmediata es acortar el programa de lavado y, como los resultados no son buenos, lo acompañamos de un incremento de dosificación. Ninguna de estas medidas será eficaz y mientras la instalación no se adecue a las verdaderas necesidades, los problemas no desaparecerán.

 

Por último, no debemos olvidar la propia lavadora. El mantenimiento de este elemento ha de ser prioritario puesto que es el lugar donde se desarrolla todo el proceso de lavado. Elementos como: el programador, ha de funcionar correctamente para cambiar de fase en el momento adecuado, también los elementos calefactores han de tener un funcionamiento óptimo para apoyar la temperatura marcada en nuestra fórmula de lavado, es evidente que un bombo reluciente y sin corrosiones es básico si queremos buenos resultados y no debemos olvidar reparar lo antes posible las fugas de agua por la puerta o por el desagüe.

 

Como vemos hay aspectos, además del programa y el detergente, altamente determinantes en los resultados. Toda la organización de Diversey está a su disposición para tratar de mejorar el resultado de su lavandería, optimizando los resultados y ayudándole a identificar cualquier problema.